Mi nombre es Luis Evelio Prado. Tengo veinte años y desde este actual momento de mi vida voy a presentarles una breve historia autobiográfica:
No tuve el privilegio de nacer y crecer dentro de una familia como debería ser mi derecho natural. Nací en un contexto de muy bajos recursos sociales y físicos. No conocí a mi madre (me abandono). Mi papá murió cuando yo tenía cuatro años. Así que mis posibilidades de vida feliz se ahogaron. Un tío paterno me recogió. En casa de este tío tuve que trabajar muy arduo. Al llegar a la edad escolar, tuve que trabajar más duro, tenía que ayudar a mi tío, tenía que comprar mi ropa y cuadernos escolares. Creo que no tuve niñez, por tanto trabajo. Recuerdo que en mí había el deseo de estudiar para salir de tanta pobreza, así pensaba como niño. Por la bondad de Dios al iniciar mi adolescencia ingrese a un hogar de ABANSA en Ureña estando en Táchira. De inmediato mi vida tomó otro rumbo. Allí encontré la familia que tanto anhelaba. En ABANSA pude pronunciar por primera vez la palabra “mamá”. A la Presidenta de ABANSA le decimos “Mamá Elda”. Conocí el propósito de mi vida. Aprendí a esforzarme para lograr el cumplimiento de mis sueños.
En ABANSA aprendí amar la vida y a servir. Avancé en mi adolescencia disfrutando del compañerismo, el amor, el servicio y la comprensión. Trabajé y estudié y fui bachiller. Luego ayudé un tiempo en una escuela rural de ABANSA, lo cual me producía felicidad, al dar de lo tanto que recibí. Luego ya en mi mayoría de edad fui bendecido con un cupo en la universidad en pamplona – Colombia donde estudio actualmente Ingeniería Mecatrónica. Así que los motivos de gratitud a Dios y al trabajo de la familia ABANSA son muchos. No puedo dejar de testificar que soy feliz, que soy deudor a tanto amor recibido en el momento de más necesidad en mi vida. ABANSA fue la mano visible de Dios para tramitar con éxito de mi niñez de pobreza y soledad a la hermosa herencia que hoy poseo.